La ciudad se preocupa por el deterioro de la pared símbolo de la guerra fría pero no tiene dinero para restaurarla
Berlín.(Ap).- Cuando Alemania del Este se desplomó en 1989, los berlineses estaban impacientes por derribar el símbolo más detestado del régimen comunista: el muro de Berlín que dividió la ciudad durante la guerra fría. Diecisiete años después, los responsables de la ciudad y los artistas discuten como hacer exactamente lo contrario: evitar que la mayor sección del Muro que sigue en pie, convertida en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, se venga abajo.
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"El Muro está podrido por dentro, se deshace por fuera y no hay suficiente dinero para pagar su conservación", dijo Joerg Flaehming, un alto responsable municipal, añadiendo que los trabajos de restauración, planificados para el mes de septiembre, muy probablemente deberán ser pospuestos.
Flaehming se refería a la llamada Galería del Lado Este, tramo de 1,3 kilómetros de longitud que se mantiene en el barrio berlinés de Friedrichshain y que 118 artistas de todo el mundo, invitados por toda la ciudad, cubrieron con grafitis en 1990.
Al ser la mayor parte del Muro que sigue en pie, atrae a manadas de turistas, que posan para ser fotografiados ante la pared donde las superpotencias de la guerra fría se escudriñaron cara a cara durante cuatro décadas. El lado occidental del Muro fue cubierto de grafitis después de que la barrera se construyera, el 13 de agosto de 1961. Tramos de la parte oriental - en la que está la Galería del Lado Este- sólo fue pintada tras la caída del régimen comunista.
Sin embargo, la contaminación de los coches, la lluvia, el hielo y el paso del tiempo han convertido a imágenes tan famosas como el fraternal beso entre el líder de Alemania Democrática, Erich Honecker, y el de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, o el coche Trabant que parecía haberse estrellado contra el Muro, en una triste pared, con pegotes de cemento y chorretones de pintura. "Y aún peor, la gente la gente se lleva pequeños trozos como recuerdo o escribe su nombre sobre las pinturas", explica Flaehming.
La restauración del Muro tiene un presupuesto estimado de 1.3 millones de euros, dinero que aportaría la ciudad, el estado y fondos comunitarios europeos. Pero para poder arreglar la estructura interna de acero de la pared sería preciso laminar los grafitis y volverlos a colocar luego, lo que encarecería mucho el coste. "No disponemos todavía del dinero necesario para garantizar que se salven los grafitis, es por lo que no podemos iniciar las obras", explicó el funcionario. Algo que rechaza la asociación que engloba a los artistas que pintaron el Muro, en 1990, y que achaca a la lentitud y burocracia de las autoridades de la ciudad el que no se hayan ya iniciado las obras de restauración.
Sea de quien sea la culpa, el Muro se está viniendo abajo. Y no sólo la Galería del Lado Este, sino las otras 34 partes, pequeños trozos, que se mantienen en la ciudad, únicos restos de lo que en su día fue un muro de 166 kilómetros de longitud. Entre otras complicaciones, la restauración del muro de Berlín es también un problema de pertenencia. Mientras algunas partes del Muro pertenecen a propietarios privados, otras son de organismos federales y están consideradas como monumentos histórico. La Galería fue declarada monumento histórico en 1991, pero algunas partes podrían ser derribadas si inversores privados construyen en esta zona, antes deprimida pero que ahora es una de las más atractivas de la ciudad.
Pese a su deterioro, el Muro sigue siendo lugar obligado de visita. Como explica Sara Company, de 22 años, y sus tres amigos, todos ellos de Barcelona. "Llegamos ayer a Berlín y lo primero que hemos hecho es venir a verlo y fotografiarnos delante de él. Pero no nos gusta que la gente escriba su nombre en la pared o que se lleve trozos, hace que parezca mucho más sucio de lo que está".