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25.1.07

...el negro...

Ahora vuelvo de un bar con Mut, Fingerman, Eva, Carmen, sus amigas/primas/loquesean, Punset, Zape, Maria y un amigo suyo... Me he descojonado como hacía tiempo despues de confesar algunas confesiones opusianas domingueras...
Pero antes de q el grupo aumentase con Punset & Co, hemos entrado al bar de jazz de los miercoles pero x supuesto, estaba a petar! Como me estaba agobiando mucho xq no avanzaba ni alante ni atras ( izquierda, derecha, un dos tres!) he optado x agarrarme a un negrazo rastudo triunfante de la muerteeeeeeee que me ha ayudado a salir de ahí...
Al llegar a casa, me he encontrado este email q me envia una profe de mi UAB (¡si!, vuelvo a tener internet, xo de momento sigo siendo sin techo el miercoles q viene...) y ya q estoy estudiando antropología y como comunmente en la mensa de mi universidad e intento dedicarme a romper esteretipos, tanto profesional como personalmente....a leer se ha dicho!



El negro

ROSA MONTERO

EL PAÍS Publicado el 17-05-2005



Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana.
Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su
bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se
sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los
cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresa
r,
escubre con estupor que un chico negro, probablemente
subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está
comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente
desconcertada y agredida; pero ensegui
da corrige su
pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado
al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo,
o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para
pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado
estándar de vida de nue
stros ricos países. De modo que la
chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente.
A lo cual el africano contesta con otra blanca sonris
a.
A continuación, la alemana comienza a comer
de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y
compartiéndola con exquisita
generosidad y cortesía con el chico negro.
Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan
paritariamente del mismo plato de estofado
hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del
muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado
el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre,
en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el
respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. Dedico esta historia
deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el
fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A
todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con
condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los
prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre
alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él
sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba:
"Pero qué chiflados están los europeos".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaajajajajaja
qué pobre la vergüenzaaa!!!!!
Dale arriba a los estereotipos

Anónimo dijo...

Juas! Buenísimo! Me encanta!
Pero nena, disculpa... estoy demasiado cansada como para estrujar mis neuronas.
Descansa, a ver si la próxima vez estoy más despierta y... muchos besitos! :P

^__^

Anónimo dijo...

Hola maca! Bueno, saludarte que hace mucho tiempo que no te digo nada! Espero que todo genial. Petonets!!!!

nocturn dijo...

jajaja! q booo! una alemana me la.... en una tienda de campaaañaa, como veia q o me.... jajaja

q tal tot tuti?? a veure qua fem apella eh :P

muaaks!